Antonio de Nebrija, Prologo al Vocabulario español-latino

The following is a modernized transcription from the Prologue of Antonio de Nebrija’s Vocabulario español-latino that I quickly made because I find transcriptions easier to digest than the original late-fifteenth century typeface, and I could not find any full transcripts freely available on the internet. Beyond modernizing the spelling, I took the additional liberty of breaking the text into paragraphs for increased legibility.

Antonio de Nebrija (1441 – July 5, 1522) was the most prominent humanist of 15th century Spain and is best known for his linguistic projects: outstanding among them a Castilian-Latin dictionary and also the first ever treatise on vernacular grammar, which inspired similar projects across Europe and around the world. In the autobiographical prologue to his Castilian-Latin dictionary addressed to Juan de Zúñiga (1459-1504), Archbishop of Seville, he outlines the scope of the project and talks about how his desire to recover lost writings of antiquity is what drives his undertaking.

Prólogo

Al muy magnífico y así Ilustre Señor Don Juan de Zúñiga maestre de la caballería de Alcatara de la orden de Cister. Comienza el prólogo del maestro Antonio de Lebrija, gramático en la interpretación de las palabras castellanas en lengua latina. Léelo en buena hora.

Comoquiera que la cuenta de mi vida quería yo que fuese de todos los hombres aprobada, especialmente de vuestra muy Ilustre Señoría en el cual solo puse el amparo de mí mismo y la esperanza de toda mi casa. Por que como la naturaleza nos haya forjado para hacer alguna cosa, y según dice aquel divino Platón no solamente fuimos nacidos para nosotros, mas en parte para nuestra tierra y en parte para nuestros amigos, no fue razón en esta parte de pecar, que gastásemos la vida en ocio y negligencia. Mas como haya tres linajes de hombres, que no tienen razón de vivir, los que o ninguna cosa hacen, o hacen mal, o hacen otra cosa, aquellos por cierto son dignos de vida, que no solamente hacen bien, mas aun según la sentencia de nuestro salvador obran el manjar que nunca perece, y pues que les es negado vivir mucho tiempo, dejan alguna obra por donde muestren que vivieron. Y querer mejor contar en el numero destos aunque es de hombre poco modesto y que destempladamente usa de su deseo, quiero ahora confesar esta mi liviandad, que ninguna cosa tuve más delante mis ojos que traer al común provecho de todos mis velas y trabajos, porque después de muchos merecimientos en nuestra república alcanzase gloria inmortal. Este es muy cierto camino para ir al cielo, este consagró a eternidad aquellos de cuyos ingenios por sus obras nos maravillamos. Mas si mis trabajos han de perecer, porque como dice el poeta el libro que ha de vivir a menester un ángel bueno que lo guarde, yo con tanto cuidado y vela los trabajé como si tuviesen de vivir. Y teniendo yo ingenio y tan bien doctrina para alumbrar una de aquellas artes que son para ganar dineros y mas aparejadas para alcanzar honras, no me contenté ir por aquel común y muy volado camino, mas por una vereda que a mí solo de los nuestros me fue divinamente mostrada, venir a la fuente, de donde hartase a mi primero después a todos mis españoles.

Y dejando ahora los años de mi niñez pasados en mi tierra debajo de bachilleres y maestros de gramática y lógica, dejando aquellos cinco años que en Salamanca oí en las matemáticas a Apolonio, en la filosofía natal a Pascual de Aranda en la moral a Pedro de Osma maestros cada uno en su arte muy señalado, luego que me pareció que según mi edad sabía alguna cosa sospeché lo que era, y lo que el apóstol San Pablo liberalmente confesó de si mismo, que aquellos varones aunque no en el saber, en decir sabían poco. Así que en edad de diecinueve años yo fui a Italia, no por la causa que otros van, o para ganar rentas de iglesia, o para traer formulas del derecho civil y canónico, o para trocar mercaderías, mas para que por la ley de la tornada después de luengo tiempo restituyese en la posesión de su tierra perdida los autores del latín, que estaban ya muchos siglos había desterrados de España. Mas después que allí gasté diez años en los deprender, pensando ya en la tornada, fue convidado por letras del muy reverendo y así sabio varón Don Alonso de Fonseca arzobispo de Sevilla, el cual la primera vez que me vio, y mandó que fuese suyo, después de muchas cosas humanamente prometidas, allende que me dio ciento y cincuenta florines de renta, me mandó dar muy copiosa ración cada día. Mas porque gran parte del tiempo su Señoría gastaba en los oficios  divinos, mucha eso mismo en los negocios del reino, y tan bien alguna en su dolencia, porque por espesos intervalos de tiempo era fatigado de estranguria, todos aquellos tres años que gocé de su familiaridad ninguna otra cosa hice sin reconocer toda mi gente, y por ejercicio a percibirme para enseñar la lengua latina, como si divinara que con todos bárbaros se me parejaba alguna grande contención.

Así que después que falleció y aunque triste y lloroso comencé a ser libre, nunca dejé de pensar alguna manera por donde pudiese desbaratar la barbarie por todas las partes de España tan ancha y luengamente derramada. Y luego se me ofreció en consejo de que San Pedro y San Pablo príncipes de los apóstoles usaron para desarraigar la gentilidad e introducir la religión cristiana. Porque así como aquellos para echar los cimientos de la iglesia no acometieron unos pueblos oscuros y no conocidos, como suelen hacer los autores de alguna seta falsa, mas el uno dellos a Atenas y entrambos a Antioquia ciudades en aquel tiempo muy nombradas en el estudio de las letras, y después el uno y el otro a Roma la reina y señora de todo el mundo. Así yo para desarraigar a barbarie de los hombres de nuestra nación, no comencé por otra parte sino por el estudio de Salamanca, el cual como una fortaleza tomado por combate, no dudaba yo que todos los otros pueblos de España vendrían luego a se me rendir. Donde teniendo yo dos cátedras públicamente salariadas, lo cual antes de mi aun ninguno alcanzó cuanto provecho hice doce años leyendo, otros lo juzgaran mejor y mas sin pasión, a lo menos sentir lo han los venideros.

En el cual tiempo arrebatadamente se me cayeron de las manos dos obras de gramática. las cuales como fuesen por un maravilloso sentimiento de toda España recibidas, conocí que para el edificio que tenía pensado harto grandes y firmes cimientos había echado, y que no faltaba ya otra cosa sino los materiales por donde tan grande obra creciese lo cual por una providencia divina así se hizo. Que como ya no estuviese en mi mano dejar la vida comenzada, porque después de casado y habido hijos había perdido la renta de la iglesia ni pudiese ya vivir de otra pare sino de aquel escolástico salario, vuestra muy Magnifica Señoría lo remedio todo con las muchas y muy honorificas mercedes dándome ocio y sosiego de mi vida. Y porque toda la cuenta destos siete años después que comencé a ser vuestro vos sea manifiesta hicimos cuatro obras diversas en una misma obra. la primera en que todas las palabras latinas griegas mezcladas en el latín breve y apretadamente volvimos en castellano, la cual obra dediqué a Vuestra Magnifica Señoría así como unas primicias deste mi trabajo. La segunda que ahora eso mismo intitulo de vuestro muy claro nombre, en el cal por el contrario con igual brevedad volvimos en latín las palabras castellanas. La tercera en que ponemos todas las partes de la gramática con la declaración de cada palabra obra repartida en tres mu grandes volúmenes. La cuarta eso mismo repartida en otros tantos volúmenes en la cual interpretamos las palabras del romance y las bárbaras hechas ya castellanas añadiendo una breve declaración en cada una. Añadimos tan bien la quinta obra en que apretamos de baro de reglas y preceptos la lengua castellana que andaba suelta de las leyes del arte. La cual decíamos a la más esclarecida de todas las hembras y así de los varones la Reina Nuestra Señora.

No quiero ahora contar entre mis obras el arte de la gramática que me mandó hacer su alteza contraponiendo renglón por renglón el romance al latín porque aquel fue trabajo de pocos días, y porque más usé allí de oficio de interprete que de autor. Y si añadiere a estas obras los comentarios de la gramática que por vuestro mandado tengo comenzados todos el negocio de la gramática será acabado. Así que como toda el arte de hablar sea compuesta de materia y forma, llamo yo materia los nombre y verbos y otras partes de la oración, llamo forma los accidentes de aquellas partes y orden entre sí, lo que toda a la materia hízose en aquellos ocho volúmenes que escribimos de las significaciones de los vocablos, lo que haya forma en las dichas cinco obras de gramática que en parte están ya publicada y en parte se han de publicar. Pues parece a Vuestra Señoría que estuve ocioso desde aquel tiempo que me entré en esta muy ilustre familia, o que me aparté y retrare como muchos sospecharon, antes al ocio y descanso, que a las velas y trabajo. Mas aunque se me allega ya el año de cincuenta y uno de mi edad, por que nací un año antes que en tiempo del rey don Juan el Segundo fue la prospera batalla de Olmedo. Y pudiera y muy bien aún por la divina ley del jubileo ya descansar, pero todo esto que me queda de espíritu y de vida, todo esto que me sobra del genio y doctrina, todo aquello emplearemos en el provecho común al arbitrio y parecer de Vuestra Magnífica Señoría.